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Hace más de 30 años que José María Prieto, médico de vocación, pero visionario de condición, comenzó a recuperar parcela a parcela (compradas a más de 100 propietarios distintos) once hectáreas de excepcional (pero semiabandonado) viñedo en el corazón de Amandi. Recuperadas una a una, de cultivo en terraza, viñas de entre 15 y 60 años, pendientes del 80% y orientación sur que contactan en su cota inferior con el río Sil.
Estas condiciones, junto a las características de un suelo nunca abonado (tierra pizarrosa y arenisca, bien drenada) y un clima adecuado, configuran el terroir necesario para la obtención de un vino que mejore (no que sólo aguante) en los 10 años siguientes a la vendimia.
Las cepas de Mencía, Alvarello, Caíño y Sousón (algunas en muy poca cantidad) le permiten realizar coupages que, junto con las barricas troncocónicas de 4.000 litros de roble francés Allier, las barricas bordelesas y el amor y paciencia que desborda este "vigneron", dan como resultado vinos magníficos que salen al mercado en su 4º y 5º año, dejando sorprendidos por igual a los escépticos, a los creyentes y a los paladares más exquisitos. Un proyecto a largo plazo, para demostrar la capacidad de guarda de una uva, la mencía, tradicionalmente asociada a vinos jóvenes y consumo rápido.